El 14 de mayo de 1953, Ernesto Grillo le hizo un gol complicado a Inglaterra en una victoria 3 a 1 en la cancha de River. A partir de esa anotación, surgió el día del futbolista.
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¿Quién sabe cuánto tenemos que sufrir a veces? Uno sueña con que termine pronto la semana para poder ver rodar la pelota por el pasto, el cemento, el parqué, incluso por el pasillo, el patio o una habitación de tu casa para jugar con tu nene. Uno sueña con ver rodar la pelota.
Incluso a veces sacrificamos horas de sueño, de descanso, de familia, todo por cortar la semana un martes, miércoles o jueves para jugar. Porque no aguantamos. La pasión es esa fé que mueve montañas y nos hace juntarnos en la cancha una vez más.
¿Cuántas veces fuimos a trabajar lastimados, con dolores musculares o con moretones? Y cuántas otras nos hemos jactado de que esa lastimadura valió la victoria en el final, o que esos dolores fueron porque se ganó jugando con uno menos y vos tuviste que exigirte el doble. O el moretón del pelotazo del penal que atajaste para pasar a la próxima ronda.
Porque el fútbol, a veces también es la excusa para juntarse con amigos. Ese reencuentro impostergable semana a semana que te cita a vos y a tus pares nuevamente. Es el motivo de sentarse a tomar algo después del cotejo, de los asados, de los partidos por TV, de las chicanas entre colegas. Si, porque todos jugamos y todos somos colegas.
Jugar por diversión, por pasión. Eso es lo que nos mueve; ver amigos, tirar un caño, poder rechazarla por arriba del alambrado, jugar. Como a vos te guste, pero jugar. Porque cuando nos paramos adentro de la cancha, somos todos iguales. Y todos queremos ganar. Pero nunca nos olvidamos de que es un juego y eso nos genera pasión. Y esa llama interna es la respuesta a todas las preguntas que nos hacemos.
Feliz día del futbolista a vos, que tenés esa llama ardiendo. Nosotros queremos que nunca se apague.
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